DEUDAS EMOCIONALES

Hace unos días leí en la resvista Psychologies un artículo titulado "Cómo liberarnos de las deudas emocionales", esas deudas inconscientes que nos arruinan la vida, subtitulaba la revista. Y la verdad es que me hizo pensar.

¿Hasta qué punto hemos de pagar por la vida que nos ha sido transferida? ¿O por una buena amistad?. Sabemos que el mero hecho de vivir se lo debemos a otros, a nuestros progenitores y ésto origina una especie de deuda mental; pero, ¿Esta deuda debe hipotecar nuestra vida? ¿Hemos de vivir pendientes de nuestros progenitores a cada momento, a veces sin tiempo para dedicar a nuestros propios hijos? ¿Somos peores hijos si son otras las personas que cuidan a nuestros padres mayores?. Yo creo que no; y lo afirmo desde la propia experiencia.

Creo que tenemos el convencimiento de deber algo a los demás y ese convencimiento genera una sensación de culpa en nosotros mismos. Seguro que en alguna ocasión nos hemos dicho: "le di un gran disgusto", "cómo voy a llevarle a una residencia después de lo que ha hecho por mí", "no me he comportado bien con él", etc.

Estoy convencido que éste es un problema de cultura. Nuestros abuelos pasaron sus últimos años de vida viviendo mes a mes en casa de sus hijos; "a meses", se decía. Muchos de nuestros padres hoy lo hacen en una residencia o cuidados en su casa las 24 horas del día por mujeres inmigrantes en su mayoría y ésto no significa que les queramos menos; y creo que nosotros pasaremos esos postreros años de nuestra vida en residencias especializadas.

Para mí está claro, por lo que parece, que ese sentimiento de deuda que comentaba, nuestros hijos no lo tienen tan arraigado; me atrevería a asegurar que nos lo han traspasado a nosotros o incluso que nosotros nos lo hemos apropiado, aliviándoles así de ese sentimiento.

Y aquí está esta generación, la nuestra, con sentimientos de deuda o culpa doble: hacia nuestros mayores y hacia nuestros hijos.

Así nos va ...