Hace algunas semanas que llegó la primavera; y se nota. Quienes tenéis la suerte de vivir en ciudades pequeñas o pueblecitos, tenéis la suerte de poder ver la primavera; de poder oler la primavera; de poder oir la primavera, de poder tocar la primavera, incluso de poder saborear la primavera. ¡Qué gozada! La podéis apreciar con los cinco sentidos.
Los que vivimos en las grandes ciudades, no tenemos tanta suerte. Aún así, algo notamos; aunque sólo sea observar cómo cientos de árboles, vuelven a la vida, desafiando un año tras otro a sus despiadados enemigos como el humo de los coches o la falta de agua.
Este año, tengo la gran suerte de tener un pequeño "gran" amigo, negro. Él no sabe que yo existo, pero cada mañana, vestido con su levita negra, viene a recordarme con sus trinos que se siente feliz porque estamos en primavera. Me encanta escucharlo desde mi despacho; a veces miro por la ventana y lo veo majestuoso posado en la rama del árbol; quizás sabe que le admiro y por eso viene a ofrecerme su saludo musical cada mañana.
Gracias, amigo Mirlo; y lo escribo con mayúscula porque eres mi Mirlo.
2 comentarios:
Dicen que dos que duermen en el mismo colchón...., no es el caso pero al pasar tantas horas juntos currando, coincidimos hasta en los temas que tratamos. Será telepatia??
Buen relato compañero.
Otro abrazo
Querido amigo, acabas de describir el sentirse vivo, el contraste del amarillo con el blanco de las margaritas, el rojo intenso de las amapolas, señalando los márgenes de los caminos e incluso, alguna intrusa entremezclada con el joven tallo de la cebada, los olores, como bien dices, la frescura de las mañanas, hasta el sol brilla de diferente manera, te digo de buena tinta, que el bosque despierta y se oyen los diferentes cantos de los pájaros…pero…pero…yo también distingo la primavera porque por estas fechas me pongo de “calçots” hasta el bul…junto con mis amigos, que ya empiezo a echar de menos.
Un abrazote muy grande.
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