La
vida es un constante “ir y venir”. Si hace unos días lamentaba
la partida para siempre de mi suegra, ahora celebro la venida a este
mundo hace poco más de 48 horas de mis nietas Candela y María (en
este orden nacieron).
Se
han hecho esperar, pero al final estas “dos monitas” me han
convertido en abuelo.
Me parece increíble haber alcanzado la categoría de abuelo, al igual que me lo pareció en su día alcanzar la de padre. Es una sensación difícil de describir. Es como un cóctel de emoción, alegría, tristeza (porque no están todas las personas que hubieran querido estar), amor, protección, preocupación por su futuro... Quienes han tenido la suerte de haber vivido esta etapa de la vida, seguro que me entenderán.
- Me
quedo embobado mirándoos en vuestras cunitas: pequeñitas,
indefensas, moviendo vuestros bracitos... y mientras os contemplo ya
os estoy calificando:
- Candela:
tienes los ojos muy abiertos; no paras de moverte; seguro que serás
inquieta, movidita; “un rabo de lagartija”, como se dice
popularmente. Ya antes de nacer has hecho a tu mamá la primera
trastada, pillina.
- María:
tú duermes; estás tranquilita; no te quejas ni protestas; y así te
veo cuando crezcas: obediente, tranquila, más seriecita.
Candela
emite un estornudo casi imperceptible y regreso a la realidad del
momento. Y allí están las dos en sus cunitas; las hijas de mi hijo;
mis nietas; Candela y María.
¡
BIENVENIDAS A ESTE MUNDO ! ¡ BIENVENIDAS A LA VIDA !
1 comentario:
¡Qué bonitas! Yo hace ya casi tres años que fui tía y hace quince meses lo fui de nuevo. Puedo comprender bien ese sentimiento que compartes y viendo a los abuelos de mis niñas te entiendo perfectamente, jejej.
Cómo alegran nuestras vidas. Yo no suelo despegarme mucho de ellas pero cuando pasan unos días y vuelvo a verlas me encanta ese momento inicial cuando sus ojos se iluminan y se lanzan como locas a mis brazos riendo y con esas preciosas sonrisas. Un abrazo muy fuerte y a disfrutar de esas preciosidades.
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